Els Religiosos organitzen una jornada de prevenció d’abusos

(URC) La Unió de Religiosos de Catalunya (URC), organitza el proper dimarts 19 de febrer una nova jornada de treball sobre la prevenció dels abusos a menors i la protecció de la infància: “Jornada sobre l’abús sexual dels menors: escoltar, compartir i actuar proactivament”. Per a la jornada, l’URC ha convidat un dels principals experts en aquest tema, el sacerdot català Jordi Bertomeu, oficial de la Congregació per a la Doctrina de la Fe (CDF), l’organisme de la Santa…

(Bisbat de Girona) Davant el presumpte cas d’abusos sexuals publicat al Diari ARA ahir diumenge, i difós a través de diversos mitjans de comunicació, el Bisbat de Girona ha fet públic el següent comunicat: 

1. El Bisbat de Girona, en la línia del Papa Francesc, condemna rotundament qualsevol tipus d’abusos sexuals realitzats a menors i se solidaritza amb totes les víctimes i familiars, i amb el dolor que pateixen. 
2. Sobre els casos concrets que relata el Diari ARA, el Bisbat de Girona manifesta que no tenia constància de cap queixa. Les persones a les quals el reportatge afirma que es va alertar ja són mortes i no existeix cap document als arxius diocesans amb les visites que s’hi exposen. 
3. D’acord amb la normativa canònica i els protocols vigents, el Bisbat de Girona crearà una Comissió Diocesana per tal d’investigar els fets, els resultats de la qual s’enviaran en un informe a la Santa Seu; i si s’escau, respectant la presumpció d’innocència, es prendran mesures cautelars. 
4. Així mateix, i amb la voluntat de la major transparència, el Bisbat de Girona demana a qui hagi estat víctima d’abusos que es posi en contacte amb la comissió que es crearà. Ho podrà fer enviant la documentació a l’adreça postal següent: Comissió diocesana – Pl. del Vi, 2 – 17004 Girona. 
5. El Bisbat de Girona demana perdó a les presumptes víctimes i a les seves famílies pels patiments i els ofereix la seva pregària i comprensió. 
6. Finalment, el Bisbat de Girona manifesta la total disposició en col·laborar en tot el que sigui necessari per aclarir els fets.

Diez características sociológicas de los cristianos en Tierra Santa, según datos oficiales israelíes

El padre David Neuhaus, durante un bautizo de católicos de lengua hebrea en 2014. Fuente: CNS.

Un reciente artículo de Tovah Lazaroff en The Jerusalem Post, elaborado con información de la Oficina Central de Estadística de Israel y del Ministerio de Asuntos Exteriores, detalla algunas características sociológicas interesantes de los cristianos en Tierra Santa.

1. En Tierra Santa viven 175.000 cristianos, un 2% de la población.

2. El día de Navidad es laborable.

3. El 77% de los cristianos en Tierra Santa son árabes.

4. El 71% de los cristianos viven en el norte de Israel, donde las comunidades mayores residen en Nazaret (22.100), Haifa (15.000) y Jerusalén (12.800).

5. En un matrimonio entre cristianos de Tierra Santa, la media de edad del novio es de 29,2 años, y de la novia de 25,6 años.

6. Los cristianos suponen el 7% de los alumnos en último curso de bachillerato, y el 78,5% de ellos obtienen el título.

7. Las mujeres cristianas tienen una educación superior a la de mujeres de otras comunidades: el 75,2% completan la educación secundaria, comparado con el 62,7% de la población femenina general.

8. Las principales comunidades cristianas en Israel son los ortodoxos coptos, los ortodoxos bizantinos, los católicos (latinos y uniatas) y los protestantes.

9. El 90% de los peregrinos cristianos en Tierra Santa visitan la basílica del Santo Sepulcro.

10. La iglesia de mayor tamaño en todo Oriente Medio es la basílica de la Anunciación en Nazaret.

29 diciembre, 2018

«Quien quiera encerrar el Evangelio en límites privados no ha entendido el deseo de Dios», dijo Pizzaballa en Belén

El administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, celebró en la Basílica de la Natividad de Belén la misa de Navidad, a la que asistió, entre otros, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás.

En su homilía, monseñor Pizzaballa quiso especificar la importancia de la participación cristiana en la vida de las ciudadees: “Quien quiera encerrar el Evangelio o la presencia de los cristianos en límites privados o íntimos, no ha entendido el deseo de Dios”, afirmó. En efecto, el nacimiento de Jesús en Belén no es solo “una indicación histórico-geográfica, sino una opción divina… Si la Biblia comienza en un jardín, acaba en una ciudad, la santa Jerusalén”. En ese sentido, la vida de Cristo “será un continuo andar por ciudades y aldeas: El desierto fue, para él, un paréntesis. Necesario, pero no definitivo”.

“La Encarnación del Hijo de Dios“, continuó, “es fermento, es levadura destinada a hacer crecer y amalgamar toda la pasta, la entera realidad del hombre, cosmos e historia, vida y ciudad. La Navidad de Cristo en Belén es, por tanto, un paso de Dios hacia nuestra tierra y nuestras ciudades, y la invitación dirigida ya a los pastores y a los reyes magos de ir a Belén se nos repite a nosotros hoy, y desde aquí a los últimos confines de la tierra”.

Por eso, “el nacimiento del Señor en nuestras ciudades quiere encender en nosotros una especie de ‘pasión política’, suscitar la responsabilidad de un cuidado por la ciudad y la tierra que habitamos… para transformarla… en espacio y lugar de experiencia de comunión y de paz, de relaciones y de intercambio”. Aunque los cristianos caminan hacia una ciudad futura, “también es verdad que se nos ha pedido que ‘permanezcamos en la ciudad’ para abrir en ella los caminos del Reino”.

Por eso, el arzobispo Pizzaballa llamó a proteger la presencia cristiana en Tierra Santa: “Nuestras ciudades sin cristianos serán más pobres y nuestros cristianos sin sus ciudades corren el riesgo de perder su camino”.

Homilía de Navidad de S.E. Mons. Pierbattista Pizzaballa 2018 Homilía Nochebuena 24 diciembre 2018

JESÚS VIENE A HABITAR NUESTRA CIUDAD

Señor presidente, Estimadas autoridades, Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,

Queridos hermanos y hermanas, queridos fieles de nuestra Diócesis de Jerusalén, queridos peregrinos llegados de todo el mundo y todos vosotros que, en esta noche santa, os unís a nosotros a través de tantos medios de comunicación: Cada uno de nosotros, todos unidos, estamos convocados aquí, nos sentimos convocados aquí, en Belén, en la ciudad en la que nació nuestro Salvador, que es Cristo el Señor.

 “Nació Jesús en Belén” (Mt 2,1): No es solamente una indicación histórico-geográfica, sino una opción divina. Nacer aquí, en un lugar determinado, en una ciudad de esta tierra es lo que Dios ha querido desde siempre, porque Él ama las ciudades de los hombres. Si la Biblia comienza en un jardín, acaba en una ciudad, la santa Jerusalén. Y la misma vida de Cristo, que aquí comienza, desde su nacimiento hasta la muerte, será un continuo andar por ciudades y aldeas: El desierto fue, para él, un paréntesis. Necesario, pero no definitivo.

Belén, Nazaret, Caná, Cafarnaum, Jerusalén… Son nombres que nos llegan al corazón, porque son nombres de ciudades amadas por Jesús. Y tras Él, los Apóstoles continuaron recorriendo muchas otras: Corinto, Éfeso, Tesalónica, Antioquía, Roma… Un camino que continúa en nuestras ciudades actuales, custodiado y animado por su presencia: “Yo estaré con vosotros cada día, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

Nuestro Dios es un Dios de ciudad, que habita las ciudades, porque es un Dios con los hombres, Emmanuel. Su Palabra no se agota en una propuesta religiosa privada o solo personal. Busca y quiere un camino, una casa, una ciudad para habitar y para transformar. Quien quiera encerrar el Evangelio o la presencia de los cristianos en límites privados o íntimos, no ha entendido el deseo de Dios. La Encarnación del Hijo de Dios es fermento, es levadura destinada a hacer crecer y amalgamar toda la pasta, la entera realidad del hombre, cosmos e historia, vida y ciudad.

La Navidad de Cristo en Belén es, por tanto, un paso de Dios hacia nuestra tierra y nuestras ciudades, y la invitación dirigida ya a los pastores y a los Reyes Magos de ir a Belén se nos repite a nosotros hoy, y desde aquí a los últimos confines de la tierra. El nacimiento del Señor en nuestras ciudades quiere encender en nosotros una especie de “pasión política”, suscitar la responsabilidad de un cuidado por la ciudad y la tierra que habitamos. No para poseerla u ocuparla, sino para transformarla de un simple aglomerado urbano al servicio de privados y personales intereses en espacio y lugar de experiencia de comunión y de paz, de relaciones y de intercambio.

Permitidme esta noche dirigir desde aquí una mirada compartida y atenta a nuestras ciudades y a nuestra manera de habitarlas. A la luz del Verbo de Dios, que viene a habitar entre nosotros, querría detenerme con vosotros a contemplar este “divino habitar” para acoger, convertir y elevar “el humano habitar”.

El habitar de Cristo entre nosotros ha sido ante todo un acto de amor. Él se hizo semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado (cfr Heb 4,15). Él “pasó haciendo el bien y sanando” (Hech 10,38): Entró en nuestras casas, comió en nuestra mesa, bebió nuestro vino, caminó por nuestras calles, jugó con nuestros hijo, disfrutó de nuestras fiestas y lloró por nuestros muertos. No eligió la separación ni la distancia, no quiso el aislamiento y la lejanía. El suyo fue un estilo de compartir y de comunión, de participación y de presencia. Sus discípulos, nosotros los cristianos, no podemos no seguir sus pasos. Si es cierto que no tenemos aquí una ciudad estable sino que caminamos hacia una futura (cfr Heb 13,14), también es verdad que se nos ha pedido que “permanezcamos en la ciudad” (cfr Lc 24,49) para abrir en ella los caminos del Reino.

En esta noche, celebrando el nacimiento de Cristo en Belén, proclamamos, junto a los ángeles, nuestro amor por esta tierra, por sus ciudades. Queremos responder a la vocación recibida de ser artífices de paz, profetas de esperanza, testimonios convencidos y convincentes de intercambio y de diálogo.

Queremos, con Jesús, habitar esta tierra, no abandonarla, para compartir sus dolores y angustias, sus alegrías y esperanzas, y caminar juntos por la vía de la salvación. Nos mostramos dispuestos a todo esfuerzo, a todo compromiso, a toda iniciativa que haga de nuestras ciudades lugares abiertos y hospitalarios, donde todos puedan encontrar una casa, un trabajo, una vida digna y buena. Pedimos al Niño de Belén y a Sus Padres que vinieron aquí en busca de alojamiento, que nos ayuden a quedarnos en la ciudad; pedimos ayuda para continuar siendo, como Ellos, presencia de paz en esta tierra. Porque nuestras ciudades sin cristianos serán más pobres y nuestros cristianos sin sus ciudades corren el riesgo de perder su camino.

Reconocemos que en esta misma ciudad la Sagrada Familia experimentó el rechazo, las puertas cerradas, la ciega violencia de Herodes. Siempre es posible que los suyos no lo reconozcan y no lo acojan (cfr Jn 1,11). Viniendo a habitar entre nosotros, el Señor desvela también la contradicción (cfr Lc 2,34) de nuestro habitar a menudo conflictivo y prepotente. La ciudad amada es también la ciudad que le hace llorar (cfr Lc 19,41) y las calles del triunfo se transforman en via crucis, via dolorosa. Las ciudades de los hombres pueden transformarse en campos de batalla, en lugares de confrontación y de opresión, de injusticia y de violencia. Su voz y, sobre todo, Su Vida, hoy como ayer, piden y ofrecen una posibilidad de transformación que no pasa por el camino de la protesta estéril o de la oposición violenta, sino que nos propone y da testimonio del camino del servicio humilde y concreto. Nos gustaría que en nuestras calles y en nuestras casas, a través de nuestra palabra y testimonio, el Evangelio continuase transformando nuestra convivencia, nuestras relaciones, nuestras opciones, nuestro vivir. Pedimos que Su Palabra y nuestra oración sean escuchadas de corazón por quien tiene autoridad política y social. No queremos llorar más por el rechazo, por la extrema pobreza, por tantos sufrimientos que afligen a nuestro pueblo. Querríamos que, gracias a la buena voluntad de todos, Dios pueda continuar habitando nuestras ciudades.

Y así esperamos que nuestras ciudades sean realmente santas, no solo y no tanto por la memoria valiosa conservada en las piedras, sino por la vida que en ellas se vive. El Señor, al nacer entre nosotros, puso sobre la tierra el inicio del Reino y prometió su pleno cumplimiento en la Jerusalén celestial. Esta celebración navideña no es una simple conmemoración, sino el anuncio eficaz de que lo que aquí ha comenzado en la Natividad de Cristo encontrará plenitud de realización cuando Él vuelva.

En la expectativa de Su venida construimos nuestras ciudades. Sería hermoso que no fueran expresión de poder o de reivindicación como Babel, sino casa de oración y de encuentro para todos los pueblos, de ahora en adelante (cfr Is 56,7). Queremos, por tanto, velar junto a los pastores, para que llegue la promesa de la Salvación y mueva nuestros pasos por los senderos del bien. Queremos, como los Reyes Magos, mirar a la Estrella de Belén y acoger la gracia y el humilde amor de nuestro Dios para volver a nuestras ciudades “por otro camino” (Mt 2,12), por un camino nuevo que haga nuevo nuestro habitar. Pedimos, esta noche, a Cristo Señor nacido en Belén, que nos dé la gracia y la fuerza de transformar nuestras ciudades en Su Reino, de recorrer con Él el camino antiguo y siempre nuevo de la fe, del amor y de la esperanza hasta que, desde el cielo, descienda la nueva ciudad, donde Dios habitará con nosotros y nosotros con Él, para siempre. ¡Amén!

+Pierbattista

RESSEGUINT EL CAMINIS DE TERRA SANTA  

Cada any quan estic recorrent els camins de Terra Santa, imagino com Jesús contemplava la vida en aquets camins. Sobretot quant veig la gent senzilla: aquell home que prepara el pa i la dona que cerca la moneda perduda; el ferit atacat pel camí i ara demanant almoina; els marrecs que estan jugant a la plaça. Quant pugem al Tabor veig els que estan cuidant i sembrant al camp, nois noies, gent gran que guien el seus ramats. Contemplo admirat. Veig germinar a traves dels anys, les llavors del Reialme.
Jesucrist continua recorrent els camis de Terra Santa, camins humans : “ estaré amb vosaltres fins a la fi dels temps”. Discretament ens fa senyal. És present onsevulla  que es visqui el més petit gest d’amor autèntic; “ l’amor de Déu”. Ara ens toca de seguir-li les petjades a través d’aquets milers de petiteses que tornen fecunda, si s’alimenten d’aquest amor, una existència.
Senyor, us ofereixo els gestos de cada dia que, repartits mil vegades, meravelloses vides dels humils, que saben que estimar és perdurarà be enllà de tota fatigança